04 diciembre, 2005

Insomnio

¡Mierda, otra vez!- pensaba. Estaba despierto a las 3.30 de la mañana y no podía dormir. Lo que me molestaba era que el silencio me obligaba a llenar de voces mi cabeza. Pensar puede ser una tortura cuando faltan tantas horas para que otra persona te dirija la palabra.
Claro que podría salir, caminar por las calles vacías de la ciudad hacia algún bar, mezclarme con la gente. Pero también me molestaba la gente. Estar rodeado de desconocidos, música a todo volumen, caos.
La misma gente amontonada como vacas en un corral, moviéndose, chocándose unos con otros en un ritual que se repite cada noche. Hablando de los mismos temas de borracho: política, sexo y religión. Cualquiera diría que van a esos lugares para salir de la rutina. Irónico.
No me malinterpreten; a mí me gusta esa rutina. Tomar una cervecita con amigos, reír de estupideces que, cuando uno las repite al día siguiente, no suenan tan graciosas. Pero esas reuniones se convierten en las anécdotas de futuros encuentros, salidas y/o fiestas.
Nadie se cansa de oírlas, incluso son recordadas por personajes que no fueron testigos presenciales.
-¡Como aquella vez que te emborrachaste tomando esa mezcla que hizo Juan! ¿Te acordás?-, dice Esteban.
-Si. Me acuerdo que vos no fuiste porque tenías que ir con tu novia al cumple del sobrinito.-, le responden.
Dice el decálogo del buen borracho: “No te apropiarás de las anécdotas de tu compañero bebedor.”
-¡CULO!-, grita el borracho mayor, solo para llamar la atención de la concurrencia. Acto seguido, se desabrocha la camisa, se sube a una mesa, y empieza a bailar al ritmo de una música que solo él oye en su cabeza.
¿Cómo uno puede despreciar ese tipo de reuniones? Son momentos que te acompañan para siempre. Como señaladores en un libro, marcando esos párrafos en los que encontramos verdades esenciales para la vida.
“Aquel que no encuentre referencias en un lapsus etílico, que deje de leer ahora y haga fondo blanco de tequila.”
Tanto hablar de alcohol me dio sed. Creo que hay cerveza en la heladera...
...
...si, había.
Cuenta regresiva para el fin del insomnio, 3 vasos.
2 vasos...
¡Es verdad! ¡El alcohol mata las neuronas! Empecé a tomar y ya no pude escribir ni una palabra. Mi mente quedó en blanco.
1 vaso...
Silencio... soledad... como aquella vez que tuve insomnio. Eran las 3.30 de la mañana y no podía dormir.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bueno y muy descriptivo... aparte de ser extremadamente cierto! Felicitaciones!